Interlenguaje, conocimiento y gravitación del suelo

Caminó incansablemente; se empeñó en recorrer lugares sagrados, compartir ceremonias rituales hasta convivir y conversar con comunidades y sujetos indios quechuas y aymaras.

Por Ramiro Huanca Soto Docente de Carrera de Literatura-UMSA y Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos

Rodolfo Kusch (Buenos Aires, 25 de junio de 1922-30 de septiembre de 1979) después de estudiar filosofía  y sentir que “había adquirido pensamientos que no eran nuestros” resolvió por la década del 70 ir al extremo de la Puna para averiguar qué pasa en el “fondo de América a nivel de pensamiento”, a partir del interlenguaje con quechuas y aymaras. En ese su caminar dirá: “el pensamiento no se ve ni se toca, pero pesa. Está gravitado por el suelo que habitamos”.

Parte de sus aporte fue la redefinición de la metodología de investigación a partir de la convivencia y comprensión del nivel simbólico de los objetos, las calles, los mercados, las montañas, los ríos y el interlenguaje con los seres humanos, los gestos, las palabras, las formas de comer, sonreír, mirar, conversar, oler. Para esa comprensión Kusch se propuso dejar el escritorio y caminar incansablemente; se empeñó en recorrer lugares sagrados, compartir ceremonias rituales hasta convivir y conversar con comunidades y sujetos indios quechuas y aymaras, como él solía decir. “Vivimos siempre metidos en un paisaje, aunque no lo queramos. Y el paisaje, ya sea el cotidiano o el del país, no sólo es algo que se da afuera y que ven los turistas, sino que es el símbolo más profundo, en el cual hacemos pie, como si fuera una especie de escritura, con la cual cada habitante escribe en grande su pequeña vida”.

Kusch expone la relación de todo sujeto frente a su cotidianidad y la manera cómo el símbolo de “afuera” es un acontecimiento profundamente interno, una forma primordial de “estar” de pie en lo que denominará el “suelo cultural”, contrario a estar en la levedad abstracta del intelectual desarraigado.

De acá su crítica a Heidegger y la tradición filosófica que piensa el ser sin el suelo. Por ejemplo, el lago para el boliviano y la pampa para el argentino constituyen “la parte más profunda de nuestra alma”. Si extirparan esa base “nos sentiríamos como esos astronautas que han perdido la gravedad, ya no habría ni arriba ni abajo: seríamos una máquina que flota en el espacio”. “Estar siendo” en un lugar será la conjunción del ser, el cuerpo y el lenguaje en un suelo cultural, lingüístico y pluriespiritual, en diversas relaciones de existencia.

El país vacío

En los primeros párrafos de El pensamiento indígena y popular en América (1977), Kusch comienza mencionando las intenciones internas de las distintas épocas en las que tuvo que escribir el mencionado libro. Lo inherente a la proliferación de modelos “de izquierda, de derecha, y de centro”.

En medio de esta discusión, Kusch sugiere detenerse y hacer una reflexión: “Los argentinos parecemos ser los parias de los modelos. En vez de ser los creadores de ellos, los buscamos con ahínco para habitarlos. La estructura neocultural del país, con el dominio porteño, permite la instalación de una feria de modelos. Desde el río de la Plata se sabe siempre de algún modelo adecuado para el país. Se obra como si el país estuviera vacío”.

Esta sugerente reflexión muestra todo el valor de su obra cuando establece la relación entre ser parias dependientes de modelos ajenos, sin suelo cultural, y la mutilación consabida de toda iniciativa creadora, es decir la incapacidad de pensar/crear por sí mismos desde el paisaje y sus habitantes.

Kusch muestra de entrada que en el propio pensamiento y subjetividad nunca se habían visto modelos posibles para pensar, sino es mirando y buscando siempre en otro lugar. Por ello reconstituye la estructura geocultural milenaria, es decir la cultura entendida desde la pacha, tan distinta a la “feria de modelos importados”.

De acá la certeza de Kusch: “utcatha en aymara significa estar en casa. Y utcaña significa también la madre o vientre. Refleja un mero estar, pero vinculado con el concepto de amparo y germinación”.

Estar y germinar concentran connotaciones éticas respecto a la existencia y pensamiento de identidades socioculturales. Contra el “país vacío” y esa mirada de ausencia Kusch va a contracorriente de una especie de planicie abstracta de la subjetividad. Criticó la planicie abstracta de las ciencias dominantes, aquellas provenientes de un extraño lugar de enunciación. Se trataría de gestar, en todo caso, un “modelo” conectado a una “América milenaria”. Por ello será necesario un examen riguroso de nuestras verdaderas raíces, pues “el simple hecho de examinarlas haría recobrar nuestro verdadero rostro. Evitaríamos así las máscaras fáciles y haríamos un país auténtico”. Kusch se referirá a la formación científica del intelectual que crea jerarquías. Es el saber culto que llena desde la exterioridad los cerebros y las memorias de otros sujetos. Se diría que hay como una externación del saber que llega, que penetra y se deposita, siempre como “algo exterior”, y desconectado a otras dimensiones de la vida, como el mito o los dioses espirituales.

Comprensión o conocimiento

Los presupuestos anteriores conllevan a plantear los procesos de investigación. Tomamos en cuenta la evaluación que realizó el propio Kusch del proyecto Waykhulli en la ciudad de Cochabamba. Si bien Kusch menciona al método, éste no se circunscribe al método dominante de la universidad en general, inclusive tal es hoy en día. En la lógica moderna capitalista, investigar implica conocer un objeto. En tal sentido, no se trata de producir conocimiento sobre un absoluto objeto, tal cual el discurso dominante de la investigación extractivista en la universidad boliviana, sino generar procesos de comprensión de manera que se invierta el proceso del “sujeto cognoscente que va hacia un objeto”. Se trata de que “el objeto-hombre en la comprensión hace vibrar al sujeto cognoscente y en tanto ocurre esto no lo limito”.

Kusch emplea la noción “vibración” al despliegue de energías cualitativas del sujeto cognoscente en el encuentro con el sujeto investigado, aspecto negado por las metodologías en donde el investigador debe ser neutral, objetivo y carente de emociones y vibraciones. Localiza la relación en cuanto ésta pueda “liberar a través de la comprensión la ley del objeto o sea restablecer el circuito de acción propia” y la estructura geocultural milenaria, es decir el tiempo-espacio de la pacha y la manera cómo una investigación pertinente de campo restituya el circuito de acción propia del sujeto investigado. Esto implica, ya no una investigación extractiva de información ni sólo observación participante, sino en acciones de mutua confianza para restablecer el “circuito estructurador” de la cadena de símbolos habituales y propios del sujeto investigado. Para ello será necesario la impulsión de “estar siendo” en un suelo cultural desde donde comprender.

Para concluir, la extensa obra de Kusch invita a leer tanto su innovador contenido como su vida misma como autor, pues siendo argentino se decidió a convivir con pueblos, comunidades y generar una importante conceptualización arraigada en el suelo cultural e investigación permanente de campo que realizó con aymaras y quechuas.

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