El desconcierto boliviano

Por Oscar Vega Camacho

1.

Los recientes sucesos en Bolivia vuelven a desafiar a los modos de entender y nombrar lo que ocurre en la actualidad. Como también a las formas de situarnos y orientarnos en los fluctuantes campos de batalla y en las evanescentes fronteras donde se disputan el hacer y el sentido de la política. Buscando en los hilos sueltos voy a comenzar con una cita de René Zavaleta Mercado de Las masas de noviembre, publicado en 1983 donde reflexionaba acerca del golpe militar de 1980, ya casi al final, apuntaba:

“En cualquier forma, la historia política se desarrolló rebasando de un modo largo la más bien modesta capacidad de análisis de la izquierda, enferma ahora como antes no sólo de tristes ideas sino de un antiintelectualismo que se diría militante. Las explicaciones, como es sabido, giraron en lo básico en torno a la intervención argentina y la cuestión de la cocaína. Una causa emergente (los argentinos, la cocaína) habría alterado -a su juicio- un curso de las cosas que de otra manera habría estado a salvo. Así de ocasional sería la historia del país. Los hechos enseñan más bien que Bolivia contenía al mismo tiempo grandes masas activas y también reflejos estáticos profundos. Las estructuras sociales, incluso la boliviana, suelen ser más conservadoras de lo que parecen y hay siempre un poderoso conjunto de medios reaccionarios en cada país. En este caso, la propia revolución democrática había ido concediendo los medios para el montaje del aparato que actuó sin éxito con Natusch y con éxito con García Meza.”

El recurso a buscar solamente en las causas emergentes y, ante todo, ocasionales como son el cómo y el por qué de un golpe de Estado, termina conduciendo a una reducción de los hechos, generando nebulosas convicciones para encubrir y eludir un curso de las cosas, o, como el polémico ensayista le gusta decir: “Así de ocasional sería la historia del país”. Porque están justamente empecinados a mantenerse cegados ante la realidad y se han inmunizado ante la memoria y la historia que los constituye, desplegando sus “tristes ideas” como incapacidades de un mínimo sentido crítico del orden de las cosas y mucho menos de las palabras.

Con esta cita no vamos a pretender explicar el desconcierto boliviano, pero nos puede ayudar a advertir y a empezar a recoger algunos hilos que puedan reorientar nuestras perspectivas para poder abordar y considerar la densidad de las diferentes temporalidades históricas puestas en juego. Es decir, al menos pongamos a valorar las subjetividades y los acontecimientos en sus propias dimensiones, sin tener que reducirlos a sujetos y hechos pasivos de poderosas fuerzas oscuras que pueden definir el destino y hacerlo manifiesto. Pues si, tenemos que recurrir a René Zavaleta Mercado, como un mínimo homenaje a un pensador intempestivo que, por supuesto, en su tiempo y en la actualidad, en sus diferentes intervenciones siempre incomodó y desacomodó a aquellas firmes tribunas con que se autodenominan de izquierda.

Pero no solamente pudo ironizar en torno a estas argumentaciones y explicaciones sobre las astucias del golpe de Estado, sino también precisó que no es suficiente utilizarlo como un indice de comprehension para querer oponerlo al gobierno democrático, porque desde la perspectiva de lo nacional-popular aquellas valorizaciones cobraban completamente otros sentidos, a partir de las acciones materiales que persiguieron y ejecutaron. Con lo cual,

nuevamente desordenaba el tablero y el orden histórico instituido por la hegemonía de clase y cultura dominante. Porque, para Zavaleta Mercado, plantearse un posicionamiento en la actualidad, es siempre en términos de procesos y tendencias, que puedan poner en consideración las densidades históricas y las temporalidades políticas que se juegan, con la urgencia de una perspectiva de lucha y emancipación.

2.

Los tiempos han cambiando radicalmente desde aquellas fechas y también las condiciones de las luchas, pero aún se mantienen tercamente en el transcurso temporal un orden de las cosas y una repartición de lo cognoscible. De esta manera, se establecieron continuidades y rupturas, y sé fueron configurando las disputas en los usos de la memoria y la historia. Esto es lo que se ha puesto en juego al tratar a la descolonización como proyecto político de emancipación. Y con la experiencia del proceso constituyente en Bolivia, que tuvo la fuerza y la capacidad para abrir horizontes y orientaciones a transitar. Esta es la potencia boliviana, que en su momento pudo imprimir y proyectar horizontes y sentidos a experimentar al nombrar: plurinacional, autonomía, vivir bien, pluralismo e interculturalidad. Que aún puedan ser potentes palabras vivas, que vibran y designan proyectos posibles de modos de vida y de vivir, es parte de lo que está en juego hoy en día.

Por lo tanto, quiero comenzar y subrayar fuertemente el profundo carácter colectivo y deliberativo con que se fue construyendo aquel horizonte constituyente y señalar que una vez promulgado como la nueva constitución, con todas las revisiones y cambios que requirió para su negociación y pacto con los opositores, se mantendrá presente la estructura y los componentes de transformación estatal. Pero una vez promulgado en 2009 y elegido Evo Morales con una muy amplia votación para su implementación a partir de 2010, no se optó por encaminar una transformación estatal sino por la continuidad y crecimiento del aparato estatal existente. Fue el momento de la encrucijada de los caminos a seguir. En consecuencia, se dio por finalizado el tiempo de deliberación y participación de la parte gubernamental, ya que ahora se iniciaba un tiempo para trabajar y vigorizar lo sé tenia, de cuidar el status quo, por lo que, ahora correspondía gestionar y administrar como fieles y buenos burócratas el supuesto nuevo ámbito estatal. Con solo el cambio de nombres y nomenclatura la política constitucional ya estaba finalmente realizada, con lo que se estaba eludiendo la profundidad y la magnitud de la crisis de la forma Estado-nación que heredamos y ahora sostenemos.

Se ha ahondando en una crisis persistente que cuando se manifestaba era tratada como meras deficiencias y descoordinaciones de políticas institucionales que podían ser rápidamente corregidas, aunque en efecto tenían continuamente interpelaciones sobre la ineficacia y corrupción como un modo atávico de cultura institucional publica. Desde ese punto vista, el lo publico, la dimensión institucional y gestión administrativa, no se transformo, quizás creció en volumen y papeleo, y mas bien con el estatismo centralista terminó reforzando y acentuando su papel de autoridad, y se impone como función estrictamente normativa. Todos aquellos cuidados que en el proceso constituyente eran las claves para poder democratizar los espacios y las instancias publicas, sociales y culturales son barridos y silenciados en la prácticas institucionales y cotidianas. De esta manera, todo aquel aparato estatal debía desmontarse para descolonizarlo persistirá y en sus propias entrañas termina cultivando su veneno y su posibles agonías, o, como apuntaba Zavaleta Mercado, “concediendo los medios para el montaje de su aparato”.

3.

Es necesario poder distinguir los distintos tiempos en el proceso politico boliviano que se abren y visibilizan en ascenso desde el 2000 y se configuran con capacidad de poder constituyente desde 2003 con la Agenda de Octubre. El rápido ascenso y amplio triunfo electoral de Evo Morales en 2005 es a través del compromiso con está Agenda, como también las principales tareas gubernamentales en la primera gestión presidencial: instalación de la Asamblea Constituyente, la denominada nacionalización de los recursos hidrocarburos, y el inicio de los juicios de responsabilidad a autoridades de gobiernos pasados. Pero a partir de la promulgación de la Constitución y las nuevas configuraciones de alianzas y pactos para encaminar las nuevas elecciones, se gesta un primer profundo cambio de correlación de fuerzas y perspectivas para las tareas primordiales estatales, ahora en concordancia con aquellos núcleos de poder económico, territorial y empresarial, en especial agroindustrial. Este sera el nuevo rostro progresista de la nueva gestión y de la construcción de la Agenda 2025, que apuntará a la modernización de la sociedad y estatal, apostando al salto de la industrialización de los recursos naturales y en convertir al país en el principal exportador de energía de la región. Toda la agenda de los movimientos indigenas campesinos originarios empieza a desplazarse y trastocarse, las distintas organizaciones se encuentran en la urgencia de reelaborar sus estrategias o empezar a enfrentarse nuevamente ante el poder estatal. En esa tendencia gubernamental los conflictos sociales cambian de escenario y protagonistas: desde las heridas del TIPNIS en 2011hasta las luchas actuales de Tariquía en el Chaco.

Será también un tiempo en el que se optará más por un aparato de la maquinaria electoral del partido, ahora con toda la fortaleza de ser un partido oficial, ante las organizaciones sociales e indigenas que planteaban políticas constitucionales de transformación. Quizás, en esta opción radica el núcleo principal del escándalo por corrupción del FONDIAC en 2015, que terminó catapultando a toda una generación de dirigentes indigenas que activaron y participaron en el proceso constituyente, dejando un camino más despejado e instrumental para el MAS como el partido político hegemónico. De esta manera, las organizaciones se encontraron cada vez más en una situación de subordinación y funcionalidad, o sino terminaban siendo desplazadas y fragmentadas, e incluso duplicadas, y consecuentemente perdiendo cada vez la articulación y la rotación entre dirigentes y base.

4.

El escenario en la gestión presidencial que comenzó en 2016 cambio radicalmente y se visibilizo con los resultados del referéndum para modificar la constitución y poder habilitar una nueva candidatura para las próximas elecciones. No solamente perdió en el resultado del referendum sino que se encamino a una estrategia legal para poder imponer su voluntad. Y efectivamente, el panorama de la dinámicas sociales y económicas de la ultima década estaban modificando la fluidez y la trama cultural y organizativa del escenario político, nuevas subjetividades y también nuevas . Es decir, el cómo poder leer no solamente el resultado del referendum después de resultados tan alentadores de las elecciones presidenciales meses antes, porque la pregunta fue también para los votantes el por qué tan pronto, apenas iniciada está nueva gestión presidencial, vamos a tener que decidir el rumbo de las próximas elecciones de cuatro años más adelante, qué estamos poniendo en juego o es que no llegaremos con la robustez suficiente en los próximos años. Porque, para estos votantes, no solamente se creaban mayores incertidumbres y recelos hacia la clase política, la brecha entre gobernantes y gobernados, sino también la experiencia evidenciaba que las justas electorales y consultas no estaban contribuyendo a dirimir sus asuntos, ni intereses, y mucho menos horizontes políticos, mas bien estaban siendo rehenes de las exigencias por los reacomodos y prebendalismos que suscitaban.

Estas son las consecuencias de la despolitización organizada y promovida estatalmente, ahora repetían es un tiempo de las clases medias y las ciudades en crecimiento, como si fueran las palabras claves para poder tratar y debatir lo que sucede en Bolivia. Con el sentimiento de que como nos va tan bien en la lectura económica somos la envidia de los países vecinos, al parecer nuestras preocupaciones y deseos finalmente se modernizaron. Estos son “los tristes pensamientos” con que nos teníamos que desempeñar los siguientes años y esforzarnos para poder en explicar que el curso de las cosas que empezaba a desbordar al ámbito estatal y a las dinámicas de la sociedad, por lo cual, no es casual que empiezan a surgir nuevas fronteras para la lucha política con el ascenso de los movimientos ecológicos y feministas, y quizás más tibiamente con respecto a lo público y los servicios.

En estas condiciones la erosión del sustento social de Evo Morales y de las iniciativas partidarias, que en este panorama tan agudo de despolitización ensayaran buscar una reelección presidencial con unas campañas electorales que declaraban ser los únicos garantes de la estabilidad política y el crecimiento económico. Cuando en el mundo globalizado se estaban desatando las furias nacionalistas y las defensas del proteccionismo económico, culpabilizando el malgasto de los derechos sociales y el privilegiar a las minorías, y condenando al aislamiento y traslado de los inmigrantes. En Bolivia podíamos enorgullecernos de nuestros logros estadísticos y del reconocimiento en los organismos internacionales, dejamos de ser pobres, o, al menos, la pobreza extrema. Cuando el orden de las cosas, la dureza de la realidad nos estaba interpelando cotidianamente, de qué milagro boliviano podíamos aferrarnos cuando el sueldo no alcanzaba para el mes, si es que se tenia sueldo porque el mayor porcentaje del trabajo es precario y extremadamente competitivo, los servicios no dan garantías y ni beneficios sociales, pues, había que endeudarse. Somos finalmente con esta forzada modernización una población mayoritariamente de precarios y de endeudados. ¿Qué horizontes pueden prometer? ¿Estabilidad y crecimiento, acaso se les puede creer?

Estos son algunos de los nudos donde se gesta aquella incredulidad e inconformidad en un momento electoral, también ayudara a vislumbrar la cuestión generacional que dará cuerpo a las resistencias ante el malestar del fraude electoral. Son los jóvenes, como decimos para poder visibilizarlos, cuando son la mayoría de la población en nuestros países sudamericanos. Pues, si ellos pusieron el cuerpo para que la rebelión y protesta pacífica pudiera sostenerse durante días, semanas. Las luces y los micrófonos mediáticos se enfocaban para captar las figuras de las voces políticas, que podían admirarse y agradecer la entrega de los jóvenes pero no pasaban de allí, ya que si no son convertidos en capital votante, no quieren sus usos, ni sus practicas, y mucho menos sus solidaridades y redes. Persisten aquellas visiones de la sociedad tradicional que son “jóvenes”, es decir, son materia dócil que hay que enderezar con los valores instituidos, porque también son fácilmente susceptibles de descarrilarse o abrazar ajenos idealismos. Es decir, hay que formarlos, hay que hacerlos. Allí radica el desencuentro generacional, social y cultural que está emergiendo con diferentes facetas en Bolivia y en todo Sudamérica, y tendremos que aprender a ver y a escuchar si queremos politizar estos mundos imposibles.

Un componente decisivo en el marco de lo que denominó la rebelión ciudadana pacífica serán la rearticulacion de los comités cívicos, como la vertiente más fuerte de lo anti-político. Se presentan como no-politicos para poder ejercer la mayor incidencia con efectos politicos, la vena de que son ciudadanos cualquiera que lo hacen por convicción cívica y patriótica, nos da los elementos básicos de su procedencia y su proceder en la tradición más cristalina del poder urbano y comercial, como también familiar y patriarcal. No es necesario para nuestro propósito deslindar más los asombros y peligros que conllevan, pero si señalar un regreso rearticulado y con mucha capacidad de dirimir en próximos espacios y actores de la escena política. Esta es la vertiente conservadora y reaccionaria, que para muchos habíamos finalmente abandonado y superado, pero su regreso intempestivo y tan seguro estaba cobijado por la profunda

despolitización desplegada desde el aparato estatal y alimentado por la extensión que han cobrado las iglesias de todo signo como las redes más firmes para las multiples estrategias de sobrevivencia de una sociedad precarizada y endeudada.

5.

El desconcierto es generalizado en Bolivia, pero también fuera de sus fronteras. Es decir, estamos en el desconcierto globalizado, viviendo, si puede decir así, en las ruinas del neoliberalismo -como titula su reciente libro Wendy Brown- porque no ha sido solamente el paso de aquel torbellino neoliberal con recetas de ajustes estructurales y libre comercio, sino también se ha mudado a un sutil y poderoso despliegue tecnológico de comportamientos y deseos para poder producir subjetividades. En ese sentido, en Sudamerica y en Bolivia nos hemos modernizado y han jugado un rol decisivo los denominados gobiernos progresistas porque nos hemos contemporanizado globalmente finalmente y han sido estos gobiernos progresistas los instrumentos más idóneos y sutiles para su plena implementación y despliegue a través de toda la sociedad. Lo que tenemos ahora son las hilachas y fragmentos sociales, un abigarramiento extendido -que quién sabe si Zavaleta Mercado lo preveía- en las ruinas del neoliberalismo que están activando y replanteando los posibles horizontes de emancipación. La furia ya está en la calle, pero también la alegría de estar y conversar poder para tejer los mundos y vidas por venir.

El desconcierto boliviano no es motivo de tristeza ni desengaño ni decepción, es efectivamente un tiempo de “tristes ideas”, con la imposición de cívicos, valores y biblias, y también con personajes muy cuestionables en el rol de politicos. Plantearse, que es pasajero, que es un gobierno de transición y que las próximas elecciones son la vía institucional para poder vislumbrar y dirimir las condiciones de vida y sus modos de gestionar las decisiones que continuamente afectan a todos y a todo. No está en la cabeza ni el corazón y mucho menos en el estomago, pero nuestro voto, ya sabemos, es obligatorio, tenemos que asistir religiosamente ante la urna. Podemos ser alegres aún …

Para poder combatir y resistir en las ruinas del neoliberalismo hay que utilizar todos los recursos que heredamos en la lucha, sin memoria y sin dignidad como nos enseñan las luchas indigenas y afroamericanas, no hay cuerpo que resista y pueda caminar, hablar, producir y crear. Para ello, tenemos que modificar nuestras escalas y perspectivas para poder producir múltiples subjetividades felices y creativas, como nos vienen enseñando en su ascenso los movimientos feministas, la potencia y la fuerza se produce al advertir la vulnerabilidad y fragilidad del cuerpo, de la vida y lo viviente, para así poder generar, producir y crear las disponibilidades y ductilidades en lazos, redes y comunes. Paso a paso, en la casa, barrio, comunidad, territorio, ciudad, naciones, pueblos, un otro mundo a inventar.

El desconcierto puede ser también la oportunidad para crear los caminos por venir.

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