Esta crisis demuestra cuánta miseria lleva en sí el capitalismo: Silvia Federici

Por: Natalia Pravda / Silvia Federici.

Escuela de Innovación Social: Según su propuesta teórica de “los comunes”, ¿cuáles serían sus aspectos más importantes? ¿Cuál es la diferencia entre “común radical”, “común reformista” y “común conservador”? ¿Cuáles son las maneras en la que el Estado puede coactar a estos comunes?

Silvia Federici: Debemos entender los problemas de los comunes de una manera muy crítica. Hoy en día se ha vuelto una palabra de moda y está la tentación de decir: bueno voy a olvidar esta palabra y no la voy a usar. Yo me he resistido a hacerlo. Sé que en la historia del capitalismo y de nuestra sociedad hacia el presente, cada vez que tenemos un concepto importante nos los arrebatan. Piensen en la palabra “democracia” y en la palabra “feminismo”.

Hay un proceso permanente de replegarse: llegamos con un concepto, nos lo roban y nos echamos para atrás. No se trata de conseguir una nueva palabra o un nuevo concepto. El lenguaje y la semántica es un terreno de batalla, un lugar donde se da la lucha. Se trata de entender las condiciones para que el concepto “los comunes” no se vuelva en contra de nosotras.

¿Quiénes conforman estos comunes? Son los que tienen que tomar decisiones sobre la tierra, sobre la producción de la comida y sobre la manera en la cual se organiza la sociedad colectiva. Pensar en comunes no es sinónimo de total desorden y que la tierra se encuentre disponible para el que la quiera tomar. Así no es como se manejan los comunes. La intención es cuidar y reproducir los recursos y las riquezas del mundo para poder llegar a una versión cercana a la versión indígena.

Se trata de buscar un equilibrio que permita ver cómo vamos a utilizar la tierra. Pero, al mismo tiempo, qué vamos a hacer para que esta tierra siga reproduciendo a largo plazo y que el ecosistema tenga la capacidad de reproducirse a pesar de nuestra presencia. Es decir, que nuestra presencia en un territorio no puede ser destructiva. Esto supone mucho trabajo, porque la tierra es el común fundamental. Cuando digo tierra, hablo de la manera como la entienden los campesinos y campesinas de América Latina: son los animales, es el agua, son los árboles, es la vida entera. Es el ecosistema completo que vive sobre esta tierra.

Podemos empezar a crear estos comunes desde una huerta comunitaria, por ejemplo. Como los zapatistas, como el movimiento de los sin tierra de Brasil. Son ejemplos gigantes que existen mundialmente de comunes. Son la base fundamental para todo lo demás.

La reconstrucción del conocimiento colectivo se ha perdido junto con la producción de nuevos conocimientos. La producción del saber hoy está absolutamente comercializada. En EEUU uno habla de “universidad” como si fuera una empresa. Hay que descomercializar la producción del conocimiento y del saber.

Pasa lo mismo con los comunes de la salud. ¿Cómo podemos definir lo que significa estar en buena salud? ¿Cuáles son las condiciones? Eso se debe definir colectivamente por la comunidad misma.

En América Latina ha habido mucho trabajo de recuperación de la memoria colectiva. Han reconstruido la historia desde abajo. Esta perspectiva histórica es la recreación de una memoria colectiva, que es la construcción un sujeto colectivo y de un interés colectivo. Y esa trayectoria histórica es la que nos da este sujeto colectivo. Le da sentido a cualquier lucha. La memoria colectiva nos hace entender el presente y proyectarnos hacia el futuro con un interés común. Si no hay tierra no hay nada. No hay conocimiento. No se podría desarrollar todo el tema de salud propia. Eso es lo que queremos decir por comunes.

EIS: Si queremos colectivizar las tareas domésticas ¿Cómo encontrar un equilibrio entre esa socialización que nos lleva a pensar que el trabajo doméstico es un tema íntimo? ¿Cómo podemos organizar una sociedad postcapitalista? ¿Cómo se organizan las tareas de reproducción en los comunes? ¿Cómo se puede organizar democráticamente la repartición y la división del trabajo en los comunes? ¿Esa repartición de las tareas se basa en una teoría del valor sobre una división o especialización del trabajo?

SF: Esto se puede contestar pensando en lo que es posible hoy. Es muy difícil concebir hasta dónde podemos ir. Pero si tenemos que trabajar dentro lo posible, tenemos que analizar ya que hay muchas cosas posibles. La gente le preguntaba a Marx: ¿Qué es el comunismo? Él decía: “No es la imagen de una sociedad a futuro, es el trabajo cotidiano que transforma el statu quo”. Eso es lo que está transformando, los poderes sociales que tenemos. Y eso trasforma las posibilidades que tenemos para seguir avanzando en nuestra visión. Es decir, es paso a paso que podemos construir ese futuro.

En este momento nuestra imaginación está como congelada. Está muy limitada. Porque hemos interiorizado esa idea de que no tenemos alternativa, de que no hay posibilidad. Hace 500 años que estamos en el capitalismo y eso se ha naturalizado. Tenemos que revolucionar nuestra existencia en tantos niveles solo para poder pensar más allá. Tenemos que ser un poco más humildes y concretos en los pasos que hay que dar.
Redescubrir los posibles.

Es construyendo que vamos a desafiar las posibilidades y las dificultades concretas. Tenemos que alejarnos de la idea de que hay un solo modelo, pero tenemos que ser muy firmes con lo que no es aceptable. ¿Qué queremos? ¿Qué se desea? Eso es algo que se debe construir de manera permanente.

Hay mucho trabajo que se ha hecho en la socialización de temas como el trabajo doméstico. Se ha avanzado muchísimo en los últimos años. La gente tuvo que responder a una situación permanente de crisis en los últimos 30-40 años. El neoliberalismo es un proceso de recolonización global que ha afectado tantas zonas del mundo y que ha empobrecido masas gigantes de gente.

Ante las emergencias surgieron nuevas estructuras que respondieron a esta situación. No hay un mejor ejemplo que América Latina. Pero hemos visto algo muy similar en África, por ejemplo, en el tema de la agricultura urbana. Se inició a finales de la década de 1980 en ese continente como una respuesta al desplazamiento forzado de la gente fuera de sus tierras. Quienes llegaron a los centros urbanos gigantes han tenido que transformarlos en huertas comunitarias. Necesitaban cualquier pedazo de tierra para producir comida. Las mujeres desplazadas en muchos casos se han tomado estas tierras para sembrar. Son miles de mujeres que saben que tienen que sembrar algo.

Ahora está pasando algo parecido en Nueva York. Pienso que cuando les llegue el verano en Ottawa también harán lo mismo. Sé que es difícil porque ustedes tienen un verano muy corto pero hay que inventar maneras de producir comida. Mucha gente piensa que no tiene tierra porque viven en un apartamento. Pero hay quienes no tienen ni tierra ni apartamento.

No podemos abandonar la idea de que es necesario aunque sea un pedacito de tierra. No podemos depender del mercado para comer y para las reproducciones básicas. Tenemos que salir del mercado para las necesidades básicas de la reproducción. En un apartamento usted puede empezar a sembrar tomate. También existen las huertas colectivas comunitarias. Todo esto son grandes pasos de inicio que demuestran que la producción y el abastecimiento de comida puede ser un proyecto colectivo que no aísle a la gente.

En este proceso también debemos preguntarnos cómo podemos desfeminizar la reproducción. Compartir el trabajo es importante. Pero es preocupante cuando se vuelve este el único problema. El tema fundamental es nuestra relación frente al capital. La cuestión de la división del trabajo está ligada al capital. Si solo nos repartimos la pobreza, si solo desfeminizamos el trabajo pero dejamos unas condiciones donde lo reproductivo no tiene recursos; no hacemos mucho.

Compartir las tareas con su esposo en casa es muy importante, pero si siguen aislados y no es colectivo, no es suficiente. Claro, cuando tenemos un compañero tenemos que compartir las tareas domésticas. Hoy en día muchas mujeres viven solas. En todo caso, es un aspecto muy pequeño de la solución. La solución va mucho más allá.

Las divisiones del trabajo basado en género, en la orientación sexual, en la etnia se deben superar en cada etapa de la lucha. Estas inequidades, estas jerarquías son los obstáculos centrales que no nos permiten avanzar. La homofobia, el sexismo y el racismo son los obstáculos centrales que nos impiden juntarnos y darnos cuenta de nuestro poder colectivo. A cada paso hay que luchar contra el racismo, el sexismo y la homofobia. Es una necesidad para dar el otro paso.

¿Cómo vamos a trabajar y cómo vamos a utilizar lo que vamos a producir? Tenemos que tomar decisiones colectivas sobre esto. La manera en que nos relacionamos con el mundo y con nuestro cuerpo también transforma.

EIS: ¿Debemos planear este cambio global o debemos concentrarnos en estas cosas para confiar en un cambio?

SF: No, hay que hacer el cambio. Están pasando cosas pero tenemos que seguir pensado en cómo vamos a proyectar esa lucha. Es un proceso que no está en sus primeros pasos, ya existe.

Si se revisa la situación en la Amazonía, en Chile o en Ecuador uno puede constatar que en los últimos 15-20 años existen redes de mujeres campesinas o indígenas, movimientos feministas, movimientos ecologistas, movimientos sin tierra que se han juntado con mucho liderazgo de mujeres. Eso es importante decirlo. Mujeres que se declaran feministas y que están conectadas con movimientos feministas en todo el mundo.

Los movimientos indígenas y campesinos se están juntando con los movimientos urbanos. Piensen en las mujeres sin tierra de Brasil. Ellas tienen un montón de trabajo en territorio colectivo pero también están abriendo tiendas en las ciudades. Allí venden lo que producen. Y también conectan sus luchas. Eso ya está pasando. En esta circulación y conexión de distintas luchas es donde debemos poner nuestra energía.

En los EEUU o Nueva York (donde vivo) se ven muchos movimientos ecologistas. Muchos movimientos que han sido inspirados por el principio de los comunes. Están involucrados en la ayuda mutua y es muy impresionante. La gente toma su bicicleta y recoge comida para llevar a otra parte. La gente se está preguntando cómo puede ir más allá de lo inmediato. Están buscando nuevas maneras de producir. Están creando nuevas formas de producción y nuevos tipos de relación. Estos son los primeros pasos de la construcción. Es el desafío de hoy.

Empecé diciendo que debemos de trabajar en dos niveles: en lo inmediato y en el de largo plazo. Hay gente que no tiene nada. Niños con hambre en todas partes. Comunidades afros y latinas que se están viendo afectadas por la salud. En ese proceso de respuesta inmediata también tenemos que construir otra manera de organizar la producción. Así creamos otras maneras de hacer. A cada paso que damos, nuestra imaginación se expande.

Cuando usted está en la calle con 100.000 personas, usted imagina las cosas de otra manera que cuando solo se está pensando un nuevo mundo sentado en su cuarto. No tiene la misma perspectiva de las posibilidades. Por ejemplo, yo no hubiera podido escribir Reencantar el mundo si no hubiera conocido el movimiento de mujeres que me levantaron y me sacaron de las tentaciones del pesimismo.
Me apartaron de esa tentación de decir que es demasiado tarde. Si es demasiado tarde hoy, mañana hay otro día. Eso muy importante.

EIS: El concepto de los bienes comunes es problemático si no se relaciona con el ejercicio de la lógica colonial. Es importante revisar la concepción crítica de lo común y de comunidad en términos de lo que la colonización ha hecho frente a eso. A la luz de esas relaciones de poder coloniales, ¿territorios comunes para quiénes?

SF: Estoy de acuerdo. Para responder esa pregunta es realmente esencial la relación política de las luchas que hay entre las comunidades y los territorios en los que vivimos. Pensarnos el territorio con relación a la sociedad que la habita. Pero el reto fundamental es crear comunidad, hacer conexiones entre las comunidades y la lucha.

Idealmente, debemos de trabajar en construir el tipo de lucha que queremos crear. Esta no es la reconstrucción de algunas jerarquías. Lo común significa reconocer proyectos históricos. ¿Quién estuvo aquí? Hay que tener en cuenta las necesidades y los deseos de quienes estuvieron originalmente en el territorio.

No creo que esto descalifique la discusión sobre la creación de una sociedad en la que podamos compartir la riqueza del continente en términos de quién decide y quién tomas las decisiones sobre el uso de la tierra. Es posible crear un movimiento donde podamos superar algunas de las dificultades que se han ido presentando. Ese es el gran reto. Si vivimos en un mundo que todo el tiempo está produciendo miseria, no podremos esperar nada más.

En el marco de esta pandemia no solamente hay una conexión con la crisis. También con la necesidad de conectarnos con las diferentes crisis. Es inevitable. La lucha doméstica se vuelve visible así como la lucha contra la diferencia social (con miles y miles de personas viven en la calle). Estar en casa es un privilegio escandaloso que tiene que ser cuestionado y tiene que ver con la pregunta del espacio y de la vivienda. Si lo conectamos con la cantidad de migrantes que no tienen su documentación completa, ¿cómo se piensa en el acceso a la salud si ni siquiera se tiene una documentación?

Estas son crisis que tenemos que tener en cuenta y que evidencian la crisis material por la que atravesamos. La gente no está cuidándose de la Covid porque tiene que garantizar su acceso a los alimentos. La crisis nos demuestra cuánta miseria lleva en sí el capitalismo.

EIS: Hemos escuchado unos aportes suyos sobre arquitectura. ¿Podría comentarnos sobre eso?

Hay un libro muy bonito de Dolores Hayden (‘La gran revolución doméstica’) sobre el feminismo de los 70´s. Ella mira el tipo de discusión que había en ese momento en el movimiento feminista de los EEUU. Habían muchos límites. El movimiento todavía estaba muy diferenciadoy se pensaba en cómo romper con el individualismo. Me parece que eso es algo que debemos pensarnos.

Debemos de pensar en la exclusión social. Eso es fundamental. Debemos ir más allá de los hogares, de las casas. Nosotras no solamente hablábamos sobre la cocina, sobre las habitaciones y como está dividida una casa. Hablábamos sobre la relación con la calle y con el barrio.

He visto en Latinoamérica la continuidad de las casas con las calles. Eso es lo que tiene que pasar. Las calles también deben ser socializadas. No debe haber separaciones entre las casas. Las feministas ya nos hemos pensando la reconstrucción de nuestra vida reproductiva. Entonces entendemos cuáles son las casas que necesitamos. Estamos pensando en una reproducción acorde. ¿Cómo hacemos para estar juntas y para repensarnos ese habitad en el que reproducimos nuestras relaciones sociales?

Fuente: La Haine.

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