Asesinatos

Por Gabriel Sarmiento

Han existido en América Latina individuos de mente sinuosas, asesinos desalmados, psicópatas, desequilibrados mentales, que han actuado desde el poder para cometer sus crímenes. La derecha política de nuestra región, en servil sumisión frente al Imperio, implementó variados métodos de tortura, ejecuciones extra legales, violaciones y agresiones sexuales, secuestros y desapariciones forzadas de seres humanos, robos de niños, -hijos de prisioneros asesinados-, lanzamiento de personas vivas al mar desde aéreo naves; aún hoy mantienen campos de concentración sin dios ni ley, en varias partes del mundo, como en Guantánamo, lo que constituye un cuadro dantesco del horror a lo que pueden llegar por imponer la dominación capitalista.

El Ecuador se preciaba de ser una “Isla de Paz”, al escapar incólume a las atrocidades de las dictaduras del Cono Sur, mientras barría bajo la alfombra la brutalidad de métodos policiales de investigación que incluía colgamiento de los pulgares, ahogamientos, palizas y violaciones que hicieron célebres antros de perdición como el famoso “Retén Sur”, en la ciudad de Quito, o el SIC 10, o los crímenes de Estado como la desaparición de los hermanos Restrepo, los de lesa humanidad como los producidos en el enfrentamiento contra el grupo Alfaro Vive Carajo o los también de lesa humanidad cometidos en los excesos de la represión a los sucesos de octubre del año 2019, establecidos por sendas Comisiones de la Verdad que, a su turno, establecieron informes que determinaron estas verdades.

Pero junto a estas realidades en el país, otras eran ocultadas y enmascaradas en los silencios cómplices de los poderes fácticos, voluntariosos al servicio del Ecuador oligárquico de siempre. Escuadrones de la muerte funcionaron desde Fertisa, por ejemplo, en ensayos de limpieza social para librar de delincuentes a las azotadas provincias de Manabí, Los Ríos y Guayas, sin que el método diera mayores resultados, porque la testaruda realidad siguió imponiéndose siempre: una sociedad capitalista llena de desigualdades, de injusticia e inequidad produciendo inseguridad por acción de la delincuencia.

Una sociedad donde la educación de calidad es un privilegio de pocos, donde la salud es solo para las élites, una sociedad que margina y excluye de los progresos tecnológicos de la humanidad a la inmensa mayoría, parecería que solo produce delincuentes, a los cuales algunos creen tener el derecho a matar.

De cuando en cuando aparece el “Macho” que a lo bruto resuelve situaciones difíciles disparando un arma de fuego, como en los asesinatos de Fybeca con secuestro y asesinato a sangre fría de “delincuentes” que no merecían vivir; así esos hechos produzcan otros dolores a las quedaron porque alguien confundió a su marido, que era mensajero, con delincuente, porque se vestía igualito, andaba igualito, era igualito, es decir era pobre.

Igual comportamiento parece estar ocurriendo actualmente. El atroz silencio de la sociedad ecuatoriana sobre el baño de sangre que todos los días ocurre en las calles y en las cárceles del Ecuador, a vista y paciencia de todos, es un genocidio. Más de mil quinientos seres humanos han sido ejecutados “al estilo sicariato” en poco más o menos un año y medio en las calles o en las cárceles del Ecuador; 79 de los cuales perecieron el 23 de febrero de este año en las cárceles del país, en aterrorizantes dos horas al interior de varios recintos carcelarios, mientras la fuerza pública miraba impotente o indolente, a prudente distancia, el mayor crimen masivo de seres humanos desde la Masacre de Aztra en 1978 o la masacre del 15 de noviembre de 1922.

Todos los ejecutados tienen antecedentes penales. En todos los casos, la gran prensa se encarga de informar que son ajustes de cuentas, disputas por territorios, o luchas por control de bandas transnacionales. Y luego a nadie se le ocurre preguntar si aparte del consabido informe donde la policía recabó evidencias (casquillos de balas) y constató que eran delincuentes, ¿se sabe algo de quiénes los ejecutaron y no solo de los sicarios sino de los autores intelectuales?

La sociedad guarda silencio casi hasta la complicidad, porque ha sido convencida de que los grandes carteles del narco tráfico, trata de personas y de armas se han enseñoreado en nuestra sociedad, aunque no nos han dado ninguna evidencia, no nos han presentado presos a los jefes de esas mafias ni evidencia alguna de infiltración sistemática en las instituciones del Estado, en la fuerza pública, en el resto de las instituciones del Estado; a pesar de que es evidente que en más de una década la inteligencia y en general los recursos asignados y el desarrollo tecnológico ha mejorado muchísimo, como lo muestra la creciente incautación de droga en nuestro territorio.

Más menos mil quinientos muertos sin interpretación, ni investigación seria, que no sea la consabida e insuficiente de que se trata de ajustes de cuentas entre delincuentes. El hecho exige una explicación, la historia no ignorará este comportamiento indolente. Alguien debe pedir cuentas claras y al detalle; quizás la Asamblea Nacional, la Defensoría del Pueblo, los organismos de Derechos Humanos, las iglesias, las gentes de bien. Asesinar a alrededor de mil quinientos seres humanos no pasa desapercibido, y surge legítima la pregunta: ¿No será que alguien se ha tomado en serio la tarea de hacer una limpieza anti delincuencial? ¿Quiénes ordenan las muertes y financian a los sicarios?

Son demasiadas muertes violentas como para solo ignorarlas. Esas más o menos mil quinientas personas tenían hermanos, hijos o hijas, padres, amigos que clamarán justicia, cuando no venganza. El Estado y la sociedad ecuatoriana se merecen una explicación de lo que está pasando, o en su defecto ya nos podemos preparar para el siniestro escenario de la violencia crónica que atormenta a otros países en nuestra región. Alguien está sembrando vientos para cosechar una guerra. El Estado y la sociedad deben responder por esta matanza.

¿Es solo un problema de comunicación? Quizás la fiscalía hace el seguimiento de los centenares de casos, los policías capturan a los asesinos, los jueces los juzgan y las cárceles se llenan de estos delincuentes sancionados con sentencias. Quizás los medios de comunicación solo nos venden las imágenes de cadáveres en las calles todos los días y, al no hacer seguimiento de cada caso, no nos informan del final feliz, esperanzador, de que ese crimen ha merecido justicia y ese ser humano descansa en paz y su familia ha recibido esa mínima compensación.

¿Y si no es así, y si solo estamos sembrando violencia incontrolable, si solo estamos esperando que suceda lo peor, lo que está por venir?

¿Y si esta situación está ya fuera de control?

 

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Ecuador-Today, agencia de comunicación.

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