Analizar el neoimperialismo estadounidense y la expansión de la OTAN ya no es suficiente. No se puede describir exhaustivamente el mundo solo a partir de las acciones de Estados Unidos
Por Volodymyr Artiukh
Aquí, en el mundo postsoviético, hemos aprendido mucho de vosotros. Después de que nuestra propia tradición marxista sufriera la esclerotización, la degradación y la marginación, leímos los comentarios a El Capital en inglés. Tras el colapso de la Unión Soviética, nos basamos en vuestros análisis de la hegemonía estadounidense, el giro neoliberal en las formas de acumulación de capital y el neoimperialismo occidental. También nos han animado los movimientos sociales occidentales, desde el altermundismo hasta las protestas contra la guerra, desde Occupy hasta Black Lives Matter (BLM).
Igualmente, apreciamos la forma en que habéis tratado de teorizar nuestro rincón del mundo. Habéis señalado correctamente que EE.UU. ayudó a socavar las opciones más democráticas y económicamente progresistas en la transformación postsoviética de Rusia y otros lugares. Tenéis razón en que EE.UU. y Europa han fracasado en la creación de un entorno de seguridad que incluya a Rusia y a otros países postsoviéticos. Nuestros países llevan mucho tiempo teniendo que adaptarse, hacer concesiones, aceptar condiciones humillantes.
Sin embargo, la hegemonía estadounidense ha alcanzado sus límites. Estados Unidos ha perdido su capacidad de representar sus intereses como intereses comunes para Rusia y China, no puede imponerlos con el poder militar y su influencia económica se está reduciendo. Rusia ya no reacciona, ni se adapta, ni hace concesiones, sino que ha recuperado la capacidad de acción y es capaz de moldear el mundo a su alrededor. El conjunto de herramientas de Rusia es diferente, no es hegemónico, se basa en la fuerza bruta más que en el poder blando y la economía. Sin embargo, la fuerza bruta es una herramienta poderosa, como todos nosotros hemos aprendido a través del comportamiento de Estados Unidos en América Latina, Irak, Afganistán y en todo el mundo.
Rusia es un agente autónomo, sus acciones están determinadas por sus propias dinámicas internas, y las consecuencias de sus acciones son vastas y dramáticas. Rusia moldea el mundo que la rodea del mismo modo que lo ha hecho Estados Unidos, si bien lo hace con otros medios. La sensación de irrealidad, de que “esto no podría haber ocurrido”, proviene del hecho de que las élites beligerantes rusas son capaces de imponer sus delirios, de transformarlos en hechos sobre el terreno, de hacer que los demás los acepten a pesar de su voluntad. Ya no está sometida ni por Estados Unidos ni por Europa.
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