[Opinión] Genopolítica, la nueva estrategia de control

Genopolítica, la nueva estrategia de control
Genopolítica, la nueva estrategia de control

Hasta hace dos años nadie podía imaginar que una pandemia paralizaría el aparato productivo a escala planetaria. La sofisticación de los procedimientos terapéuticos, y el desarrollo de los sistemas de control sanitario, hacían pensar que las pandemias eran un tema para la ficción cinematográfica.

Hoy toca afrontar el desmoronamiento de un modelo de civilización basado en la omnipotencia del mercado y en la hegemonía del Estado. El fin de la historia terminó siendo la metáfora de la inviabilidad del capitalismo. Sin embargo, la pandemia puede ser utilizada como una oportunidad para implantar nuevas formas de control social desde las élites globales. La vacunación constituye el primer paso en esta estrategia.

El miedo durante la pandemia ha sido una estrategia efectiva desde los grandes intereses mediáticos y farmacéuticos. La imagen de una amenaza invisible e indescifrable reactivó la angustia colectiva. Pese a que no existen certezas respecto de las medidas de bioseguridad ni de la inmunización, la humanidad se sometió a las imposiciones sanitarias globales.

La individualización del miedo ha sido el correlato de la individualización de la enfermedad. La particularidad de los síntomas y las secuelas del Covid-19 proyecta la idea de que cada individuo tiene una forma específica de relacionarse con la pandemia: el virus no ataca a la vida en general, sino a la vida en particular. La morbilidad y la mortalidad de la pandemia carece de patrones que posibiliten una definición coherente de lo que estamos enfrentando.

A diferencia de las pandemias del pasado, sobre las cuales existían certezas a propósito de su comportamiento, el Covid-19 nos enfrentó con una situación inversa: aunque el microorganismo es observable y verificable, resulta completamente impredecible. Que en pleno siglo XXI hayamos tenido que recurrir a medidas medioevales (confinamiento y uso de mascarilla) muestra la impotencia de la ciencia contemporánea para hacerle frente.

La perplejidad persiste. Hasta cuándo los misterios del coronavirus seguirán bajo llave es algo que no se puede anticipar. Pero los gobiernos de las grandes potencias y los directorios de las grandes corporaciones alimentan los temores globales a partir de la incertidumbre general.

¿Cuánta parte de este miedo colectivo puede ser aprovechado desde el poder? El miedo frente a la amenaza de un enemigo ha sido un recurso político frecuente. La seguridad sigue siendo el mayor argumento en contra de la libertad. Hoy veneramos la biovigilancia como el mecanismo más idóneo para protegernos.

En estas condiciones, el escenario está preparado para una ofensiva genética desde el poder. Si el coronavirus afectó a unos y no a otros sin ninguna explicación razonable, el paradigma de la lucha individual se consolida: cada uno será responsable de su sobrevivencia. Tal como ocurre en el mundo de la economía. De la biopolítica planteada por Foucault avanzamos a la genopolítica; es decir, al ejercicio del poder sobre la particularidad de cada ser humano, sobre la estructura elemental de la vida, sobre la cualidad genética que nos identifica como piezas únicas dentro de la generalidad de la especie.

De este modo se abren las puertas al micro control de la población. La inteligencia artificial, cuyo avance se constituye en la piedra angular del nuevo capitalismo cognitivo, no tiene límites a la hora de diseñar políticas y sistemas con este potencial. Como lo afirma Yuval Harari, estamos a las puertas de legitimar un sistema de vigilancia aterrador.

De la intervención sobre las debilidades individuales, hoy pasamos a una intervención sobre las debilidades genéticas. ¿Ciencia ficción? De ninguna manera: el debate sobre las vacunas, que tiene un trasfondo geopolítico indiscutible, se originó en las características microbiológicas de cada una de ellas.

El riesgo de que los problemas que hemos padecido hasta antes de la pandemia se profundicen es una realidad. Impactos como el desempleo o la migración pueden desembocar en niveles de exclusión social inmanejables. La tentación de ejercer medidas de control totalitario será inevitable.

El conflicto, entonces, se dará entre las decisiones desde los núcleos de poder mundial y las respuestas desde la sociedad. Toca apelar a la capacidad de la sociedad para generar iniciativas y alternativas que resistan y contrarresten el arrebato destructivo del capitalismo global. Las disyuntivas no dejan de ser obvias: la vigilancia totalitaria versus la primacía de los derechos universales, el aislamiento del individuo versus la solidaridad, la elitización del poder político versus la autonomía social.

El capitalismo se ha caracterizado por la construcción de enemigos globales y la generación de miedo: de la revolución pasó al comunismo, luego al terrorismo islámico y ahora a la pandemia. El miedo colectivo tiene como contracara la sacralidad del poder. El capitalismo se justifica a partir de varios misterios inaccesibles para el común de los mortales: la complejidad de las finanzas, la sofisticación tecnología, la vertiginosa innovación productiva, la omnipotencia del mercado. Ahora le toca el turno al insondable reducto de la genética, ese espacio tan nuestro, pero al que únicamente accede una espeluznante minoría.

 

Diciembre 2, 2021

 

Créditos de la imagen:
• Genopolítica, la nueva estrategia de control está licenciada como CC BY 4.0

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Acerca de Juan Cuvi 158 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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