Nuestro editorial a propósito del cierre de Pichincha Universal

La intervención estatal para coartar la libertad de expresión siempre necesita justificarse a sí misma tras el disfraz de valores pretendidamente superiores o artilugios jurídicos.

Lo hizo el gobierno de Correa, mediante el superintendente de información y comunicación, Carlos Ochoa, contra varios medios de comunicación, con el alegato de la censura previa. Lo hizo Lucio Gutiérrez con radio La Luna. Lo hizo Sixto Durán Ballén (cerró temporalmente radio Latacunga y Escuelas Radiofónicas del Ecuador), Febres-Cordero, las dictaduras y Velasco Ibarra, entre otros.

Con la misma intolerancia e irrespeto a la libertad de opinión, el gobierno de Lenin Moreno, a través de la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones (Arcotel), ha dispuesto la extinción del título habilitante de Radio Pichincha Universal. Cierto es que Pichincha Universal era un reducto de fanáticos correistas, pero eso no justifica su cierre definitivo. No es por la fuerza como se ganan los debates políticos, es por el buen uso de la razón. Si a una emisora tendenciosa no se la pudo vencer con argumentos, queda claro que los argumentos del gobierno son deleznables.

El gobierno de Moreno, además, tiene una deuda, al igual que su predecesor: la distribución de las frecuencias para los medios comunitarios; lo que es, sin lugar a dudas, otro ataque al libre flujo de información, un intento de controlar y delimitar, para que la comunicación comunitaria no obtenga un espacio en la palestra de los gestores de la opinión pública.

La libertad de expresión e información es un catalizador de suma importancia para la convivencia democrática en sociedad. Los intentos por controlar la circulación de información son un verdadero boomerang para los gobiernos, así la historia lo ha demostrado y lo seguirá demostrando.

Nos preocupa que aparezca el autoritarismo, el peso del poder, para zanjar diferencias, porque se aleja cada vez más el horizonte de una convivencia política armónica y democrática. Se ha hecho lo mismo que hizo Correa, por lo cual fue fustigado.

Desde este espacio defendemos la comunicación como un espacio para el debate, la crítica y la autocrítica, que son elementos fundamentales para elevar el espíritu de los pueblos que no están dispuestos a ser humillados. Por esto rechazamos todo intento de coerción y censura a la libertad de expresión.

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Buscamos deconstruir discursos para incidir sobre la realidad.

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