“La policía de EE.UU. trata algunas zonas como territorios ocupados”

Entrevista a Gary Younge / periodista y escritor

Por Álvaro Guzmán Bastida 

Antes de regresar a su Gran Bretaña natal en 2015, Gary Younge ( Stevenage, Hertfordshire, 1969) ya se había revelado como uno de los más astutos observadores de la sociedad estadounidense. Documentó el giro delirante que había dado la política exterior del país a raíz de los atentados del 9/11, relató la desastrosa respuesta de Estados Unidos al huracán Katrina, supo captar la persistente desolación que provocó la recesión de 2008 y fue capaz de descifrar el espíritu del momento durante la elección de Barack Obama, al comparar constantemente la sombra que proyectaba el triunfo del primer presidente afroamericano con las realidades materiales de su presidencia. En su conjunto, los artículos que escribe para The Guardian, The Nation y otras publicaciones funcionan como una topografía política de la década que culminó con la elección de Trump. También ha sabido prefigurar muchas de las cuestiones que han pasado desde entonces a un primer plano. A medio camino entre la antropología y el periodismo, Younge ahondó en lo más profundo de la sociedad estadounidense y en todas sus complejas y estratificadas realidades, incluidas las preocupaciones de una clase trabajadora blanca que veía cómo disminuían sus estándares de vida, el rugido de indignación de un por entonces incipiente movimiento Black Lives Matter y las heridas abiertas que dejaba la violencia armada, para inmortalizarlas en su libro Un día más en la muerte de Estados Unidos, publicado en español por la editorial Libros del K.O. Durante su estancia en EE.UU., Younge confiesa haber desarrollado una implicación personal al ser el padre de dos niños nacidos allí y haber terminado por considerar la fea realidad del racismo estructural como algo personal. Me junté con Younge a través de una videollamada en Manchester, donde ahora trabaja como profesor de sociología, para intentar entender el actual momento de agitación política en EE.UU. tras el asesinato de George Floyd.

Cuando abandonó EE.UU. en el verano de 2015, después de 12 años como corresponsal de The Guardian, escribió un artículo en el que lamentaba la predecible e interminable repetición de asesinatos de gran resonancia de hombres afroamericanos a manos de la policía. Si avanzamos hasta el momento actual, hay una serie de acontecimientos que han provocado la reciente explosión de rabia popular. El más evidente es el asesinato George Floyd por parte de unos agentes de policía de Minneapolis, pero también la aparición de un vídeo sobre cómo un policía jubilado y su hijo persiguieron y dispararon a sangre fría al afroamericano de 25 años Ahmaud Arbery en Georgia, y después el asesinato a manos de la policía de Breonna Taylor, una enfermera que recibió ocho disparos mientras estaba en la cama en Kentucky. ¿Qué está sucediendo?, ¿cuál es el contexto ampliado que explica todo esto? y ¿qué aspectos son únicos en esta ocasión?

Hay algo casi misterioso en la alquimia que hace que un momento cualquiera se convierta en totémico. Uno podría especular sobre lo que estos tiempos tienen de especial, pero mi opinión es que esas tres cosas que ha mencionado se podrían situar en casi cualquier otro momento. Creo sinceramente que Trump, el evidente apoyo al nativismo blanco, el claro y flagrante menosprecio hacia las personas negras y el descarado racismo y xenofobia, han creado, en algunos casos, un espacio para que se produzca una conversación más amplia sobre la raza. La presencia de Obama, en cierto modo, impidió que se produjera una conversación más amplia sobre el funcionamiento del poder y el racismo blanco en Estados Unidos. A la inversa, Trump exacerba cualquier pregunta que te hagas.

No estoy diciendo esto con ningún sentido de la clarividencia, pero si lee los primeros cuatro párrafos de ese artículo, se dice que “habrá un hombre en el verano… Un policía le matará… No sabemos quién es y no sabemos por qué su muerte en particular, porque casi seguro será un hombre, pero tendrá estas consecuencias”. Había mucho combustible esperando una chispa y esa ha sido la chispa.

Una gran parte de su obra se ha centrado en la violenta realidad que caracteriza la política económica de EE.UU. ¿De qué manera se manifiesta esa violencia y cómo afecta a los afroamericanos en particular?

Estados Unidos es un país más letal, así de sencillo. Es más probable que una persona blanca reciba un disparo allí que en cualquier otro lugar; es más probable que las personas blancas reciban un disparo de la policía, es más probable que se disparen entre ellos y es más probable que se disparen ellos mismos. Es uno de los pocos países occidentales, quizá el único, que todavía ejecuta personas. Tiene una tasa de encarcelamiento escandalosa. La violencia allí es más letal y el Estado está profundamente integrado en un sistema de control de tal manera que la policía trata algunas zonas como territorios ocupados.

También menciona cómo la covid-19 está afectando a la población negra de manera desproporcionada. ¿A qué se debe? ¿Cree que tiene algún efecto sobre lo que estamos viendo?

Es evidente que tiene un efecto. El asesinato de George Floyd, por sí solo, podría considerarse racismo. Eso es el racismo. Con la covid se puede apreciar una forma más sistémica y más sutil. La población negra, latina y afroamericana tiene más posibilidades de morir porque es pobre. En realidad, la covid matará muchas más personas de las que matará nunca la policía. Estas cosas están relacionadas en el racismo sistémico. Lo que vemos en los vídeos de los policías es la forma más descarada, más clara y más evidente de racismo, mientras que lo que vemos con la covid es el goteo más siniestro, más oculto, más sistémico, más institucional y más estadístico que acompaña a los estadounidenses hasta su muerte. Esa es la relación.

La misma semana del asesinato de George Floyd, apareció el vídeo de la mujer blanca de Central Park que llamó a la policía para denunciar a un hombre negro que estaba observando pájaros y mintió diciendo que “un hombre afroamericano” estaba “poniendo en peligro” su vida. Usted ha escrito sobre las maneras aparentemente banales en que se manifiesta el racismo en EE.UU., incluso hacia usted y su propio hijo. ¿Qué sugiere una escena como la de Central Park y qué nos dice de ese racismo? 

Creo que ese vídeo dice muchas cosas, es muy revelador. Amy Cooper, la mujer blanca, es una demócrata que adora a Obama, una liberal de Nueva York que gana 170.000 dólares al año. No fue al parque pensando ‘voy a matar o denunciar a un hombre negro’, pero todos sus actos demuestran cómo entiende el mundo. Lo más destacable es que ha perdido todo: la han despedido del trabajo, la han quitado el perro, la han prohibido que entre en Central Park… Por supuesto que creo que lo que hizo está mal y es deplorable y todo eso, pero lo más escandaloso en este caso es que sabemos que lo hizo porque podría suponer una sentencia de muerte para el hombre, que cualquier hombre negro debería preocuparse de solo pensar que viene la policía. Lo que invocó fue la ira de un Estado racista.

Nosotros lo individualizamos y hablamos de ella, pero ella no hizo nada más que lo que sabemos que es cierto, ¿no es así? Al llamar a la policía y pretender que un hombre afroamericano loco y peligroso la estaba hasta violando, sabe que el impulso del Estado de EE.UU. pondrá la vida del hombre en peligro. Por eso ella supone que el hombre se irá. Al ver que no lo hace, ella grita cada vez más. Eso demuestra que el tipo de impulsos que puede tener una persona blanca, demócrata y liberal de Nueva York son, en cierto modo, muy parecidos a los del resto de Estados Unidos. Demuestra lo arraigado que está el problema.

Lo ha mencionado de pasada, pero hay dos estadísticas que a los interesados en frenar el debate sobre el racismo sistémico, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, les gusta airear. Una dice que mueren más estadounidenses blancos a manos de la policía que estadounidenses negros. El otro es el famoso “asesinatos de negros a negros”, el hecho de que hay más afroamericanos que han muerto a manos de otros afroamericanos que cualquier otro grupo. ¿Qué es lo que ocultan esas estadísticas? 

La primera es estúpida. Claro que se asesina a más blancos, pero es que los afroamericanos constituyen solo el 12% de la población. Sería absolutamente escandaloso que hubiera un mayor número de asesinatos de afroamericanos. Lo que sucede es que representan un número enormemente desproporcionado de personas que son asesinadas. Nadie en ningún contexto sugiere que los negros son los únicos que sufren abusos de sus derechos civiles en EE.UU, sino que se trata de un porcentaje. Es la probabilidad de que eso suceda, no una cifra absoluta.

Y el segundo asunto de los asesinatos de negros a negros. En Estados Unidos, la delincuencia, igual que la vida misma, está segregada. Por lo general la gente blanca mata a gente blanca, la gente negra mata a gente negra, los latinos matan a latinos, pero solo se habla de los asesinatos de negros a negros. Cuando una palabra se utiliza solo para un grupo racial y para nadie más, entonces se convierte en un término racista.

En Un día más en la muerte de Estados Unidos, relató lo cortas que fueron las vidas de todos los niños y adolescentes que murieron por arma de fuego durante un mismo día de verano de 2013 en Estados Unidos y cómo eso afecta, de nuevo, de manera desproporcionada a los jóvenes negros. ¿De qué manera la violencia por arma de fuego refleja ese sistema de racismo institucional? 

Todos los niños que murieron ese día pertenecían a la clase obrera. Cuanto más pobre eres, más posibilidades tienes de no tener unos padres que tengan tiempo de llevarte de un evento a otro, de ir a una escuela que no tenga el tipo de actividades extracurriculares que te mantengan ocupado, de conocer a otras personas que hayan sido asesinadas. También tienes más posibilidades de vivir en una zona donde la policía trata a las personas de una cierta manera, y menos posibilidades de vivir en una zona donde las autoridades investiguen las muertes.

Cuanto más rico eres, más probabilidades tienes de tener unos padres con el capital real y cultural para brindarte una serie de alternativas, de sacarte de donde quiera que estés a la edad de 18 años para que acudas a la universidad, por ejemplo. En muchos sentidos, esas personas viven en las zonas más pobres, con menor policía, con menor educación y en las zonas con mayor índice de desempleo, pobreza y con mayores carencias. En todo el mundo. Esas son las zonas donde hay un mayor índice de delincuencia, independientemente de la raza.

La naturaleza de la segregación de los negros en Estados Unidos hace que esté más racializado, ¿eso es lo que quiere decir? 

Así es, eso es lo que hace que esté más racializado. Retomando su argumento de las cifras, por lo general, la media de niños blancos y niños negros que muere de un disparo es la misma más o menos. En cualquier momento. Pero una vez más esa es una cifra desproporcionada porque hay muchos menos niños negros. La naturaleza de la pobreza en Estados Unidos está racializada. Hay zonas con una gran concentración de pobreza negra que, para ser sinceros, no funciona exactamente de la misma manera en la geografía blanca. Si se observa a Estados Unidos desde una perspectiva histórica, hace 200 años era un estado esclavista, hace 100 un estado de apartheid; solo hace 55 que es una democracia no racializada. Uno de los trucos de la reinvención estadounidense es conseguir que te preguntes: “¿Cómo es esto posible? Todo el mundo nace con los mismos derechos”, pero resulta evidente que no es cierto.

Eso me lleva a la cuestión de la raza contra la clase. Hay una tendencia a separar los dos, como si fuera una cuestión de una o la otra, en cuanto a cuál es la fuente de la miseria, de la explotación. ¿Qué le dice su trabajo sobre la vida en Estados Unidos de cómo están interconectadas y cómo interaccionan esas dos cuestiones, la raza y la clase?

Cualquier intento por entenderlas de forma separada es no entender ninguna de las dos en absoluto. No se puede comprender la clase en Estados Unidos sin comprender la raza. No tiene sentido. ¿Quién hace el trabajo? ¿Por qué hay trabajos que se pagan de una manera y otros que se pagan de otra? Hay que observar cómo se acumuló la riqueza en Estados Unidos y quién termina siendo un bombero o un operario de la limpieza. Es una especie de sociedad no desegregada. Del mismo modo, es importante intentar comprender cómo funciona el racismo en un país que tiene una considerable clase media negra, con gente como Condoleezza Rice y Colin Powell. Cualquier cosa que afecte a los pobres afectará a la gente negra de forma desproporcionada. Cualquier beneficio que obtengan los ciudadanos negros también enriquecerá a los pobres. Eso no significa que la mayoría de los negros sean pobres, aunque, con esta nueva crisis que se suma a la de 2008 estamos llegando a ese punto. Los afroamericanos han perdido una gran cantidad de riqueza en la última crisis. Apenas sin han logrado salir y ya estamos otra vez en la misma.

Una gran parte de esa caída en los estándares de vida sucedió durante la presidencia de Obama, que usted cubrió como periodista en su totalidad. Relató los aspectos que estaban empeorando para los estadounidenses negros, tanto en términos absolutos como en términos de comparación con los blancos, comparó la situación que había cuando Obama abandonó la presidencia con la situación que había cuando asumió el cargo. El movimiento Black Lives Matter surgió durante su presidencia, y usted se mostró incrédulo ante la decepción que provocó su mandato a pesar de haber prometido tan pocas cosas. ¿Qué balance hace de la presidencia de Obama?

El principal valor de Obama es simbólico, no sustancial. Lo que resulta interesante de cuando apareció Black Lives Matter es que surgió casi sin hacer referencia a Obama. Cuando explotó todo no se le pidió gran cosa y él tampoco hizo mucho. Casi nadie quería escuchar que había una profunda contradicción entre el júbilo de tener un presidente negro y el hecho de que los niños negros no pudieran caminar por la calle sin que les mataran de un disparo.

Obama es una foto en una peluquería, en una tienda, en un restaurante. Es una gran señal de orgullo para los afroamericanos. Sin embargo, durante su mandato aumentó la brecha entre los blancos y los negros y entre la riqueza y los salarios. Esa es la realidad. Pero la percepción fue muy diferente. La gente decía que su presidencia demostraba que la vida para los afroamericanos estaba mejorando, y lo decían mientras literalmente estaba empeorando. Su legado fue el de una sensación de orgullo que nunca ha desaparecido y, más aún, se volvió una figura venerada cuando su sucesor fue Trump. Pasar de un presidente que busca el consenso, que es elocuente, que conmueve, que es cosmopolita, que es de raza mixta, que en cierto modo importa…. a este intolerante naranja y extraño. Hasta George Bush parece bueno ahora mismo. Así que la mitología que lo rodea, que ya era bastante considerable, aumentó de manera colosal por lo que vino después. El contraste escénico entre él y Trump es enorme, pero no es que tuviera ninguna idea sustancial que marque la diferencia.

¿Qué revelan esos fracasos, o no estar a la altura del mito, sobre las políticas de representación y del partido demócrata? Minneapolis es una ciudad progresista con un alcalde demócrata y el jefe de policía de la ciudad es un negro de carácter reformista.

Revela dos cosas. En primer lugar que no puedes permitir que un grupo de gente bloquee la representación, eso es importante. Pero eso, por sí solo, no garantiza la igualdad. Si se habla de diversidad en términos de quién tiene los recursos y el poder, eso es una cosa, y es importante, pero si se habla de diversidad en términos de quién se encuentra a la cabeza del sistema, eso es otra cosa muy diferente. Angela Davis, en una entrevista que hice que con ella, lo denominó: “la diferencia que no diferencia nada y el cambio que no cambia nada”.

Cuando se elige a las personas como tribunos de su raza, de su género o de lo que sea, como por ejemplo Jesse Jackson habría sido elegido en el 84 o en el 88, es muy diferente a cómo Obama salió elegido por ser un demócrata normal. Es posible parecer diferente y actuar de la misma manera. Si tienes un sistema racista, en realidad no importa el color de la mano que controla el sistema.

En ese sentido usted ya ha avisado a los demócratas, y a Joe Biden en particular, de no dar por sentado el voto afroamericano. ¿A qué se refiere con eso y existe una historia previa? 

Así es, existe una dilatada historia sobre eso. “Solo consigue que voten los negros y votarán demócrata. Nunca votarán a los republicanos”. Los demócratas solo han ganado unas elecciones desde la II Guerra Mundial con el voto blanco en exclusiva. Fue en 1964. Por eso confían plenamente en el voto afroamericano. Aunque ofrecen poco a cambio. Muchas de las cosas que ofrecen son meramente escénicas. De hecho, Bill Clinton resultó ser una ilustración mucho más poderosa que Obama de los problemas que tienen las políticas de representación: se sabía la letra del himno nacional negro, era un muchacho del sur, estaba familiarizado con la poesía de Maya Angelou, se comportaba de cara a la galería de una forma campechana que los afroamericanos adoraban; pero también fue el presidente que aprobó las leyes que más afroamericanos han metido en la cárcel. Fue quien voló a Arkansas para asegurarse de que se ejecutaba a un hombre tan discapacitado que se guardó el postre de su última cena para después. Fue quien dijo: “No me va a pillar en ley y orden”.

El partido demócrata, en parte como consecuencia de su historia en el sur, pero también porque es un partido involucrado con los grandes capitales y todas las cosas horribles que hacen que la democracia estadounidense no sea democrática, no es un partido de la clase obrera. Sin duda no es un partido de ese grupo de gente que necesita cambios radicales, que necesita una especie de plan Marshall para los núcleos urbanos. Nunca lo ha sido en realidad. Es un partido de las empresas medianamente responsables. En la mayoría de los países occidentales representaría al partido de centro derecha, mucho más de derechas que los cristianodemócratas alemanes.

Y aun así Trump, volviendo a la comparación con Obama, supone sin duda un salto cualitativo en ese racismo sistémico que usted ha denunciado. ¿Cómo interpreta la asociación de Trump con los nacionalistas blancos, que cada vez parece más explícita? ¿De qué es signo? 

Cada vez depende más de la enorme devoción de un número menguante de gente. En el pasado estaba el “silbato para perros” [un discurso que busca atraer a un tipo concreto de público sin provocar la ira del público general]. Nixon le dijo a su jefe de gabinete: “No puedes admitir que realmente todo el problema son los negros. La clave es diseñar un sistema que lo reconozca, aunque no lo parezca”. Así es cómo los republicanos consiguieron hacerse con el sur y mantener a esos elementos de la periferia del norte. No hablando, como hace Trump, de países de mierda y violadores y todo eso, sino que hablas de madres reinas de las ayudas o de bebés del crack o de delincuencia urbana. Buscas una manera de señalar a los negros. Eso permite una negación plausible, pero todo el mundo sabe a lo que te estás refiriendo.

Lo que Trump utiliza es el silbato para lobos. Hace que propinen palizas en sus mítines, quiere convertir a ANTIFA e una organización terrorista, habla de las personas de extrema derecha que se manifestaron en Charlottesville y dice que había también buenas personas. Es una estrategia de tierra quemada. Lo deja completamente al descubierto, en lugar de apelar sutilmente a las opiniones nativistas blancas. Cuanto más tiempo pasa, y sobre todo ahora durante la pandemia, cuando su total incompetencia es evidente y pierde cada vez más apoyos en el extrarradio, más católicos blancos y algunos evangélicos blancos, más estridente y más atrevido se vuelve. De ahí su aparición con la biblia después de dispersar a la gente. No le queda otra opción. Salió elegido por un margen muy pequeño. Sus apoyos han ido claramente desapareciendo desde entonces. Cuenta con la ventaja de que su oponente, Joe Biden, es muy débil y por eso su objetivo, su deseo, es movilizar a sus bases. Las personas que apoyan a Trump son más susceptibles de ir a votar que las personas que apoyan a Biden. Biden sabe que una gran parte de la gente que apoyaba a Bernie Sanders todavía no está convencida de votarle. Las bases demócratas son más amplias, pero más blandas. Las bases de Trump son menos numerosas, pero está haciendo todo lo posible para motivarlas y de ahí su discurso.

Regresemos de nuevo a la actual oleada de protestas. La violencia de algunas de esas manifestaciones y cómo han terminado en disturbios ha suscitado una condena generalizada no solo por parte de Trump. Hay una gran preocupación entre los medios dominantes y entre el centro derecha. Usted escribió un libro sobre el famoso discurso de Martin Luther King Yo tengo un sueño. Muchas de las personas que no se sienten cómodas con una parte de esa violencia están invocando su legado. ¿Está justificada la violencia que estamos viendo? ¿Sirve de algo? y ¿qué dice el legado del Dr. King acerca de lo que está sucediendo? 

Creo que una de las maneras de entender esta violencia política es en primer lugar observar la violencia en su conjunto, la violencia económica también. El hecho de que la esperanza de vida de una persona negra en Washington D.C. sea menor que la de un persona en la franja de Gaza, la enorme pobreza, la miseria desproporcionada, las encarcelaciones generalizadas, las desproporcionadas cifras de ejecuciones, los índices de mortalidad infantil, etc. La violencia no surge de la nada. Es una respuesta a la violencia que ya existe. En el caso de la policía eso es verdad tanto en un sentido general como particular.

No se puede hablar de un tipo de violencia sin hablar del contexto generalizado en el que se produce esa violencia. En ese sentido, ¿está justificada? Bueno, yo diría que si ya se han agotado todas las demás formas de protestar contra el asesinato estatal, entonces sí. Existe un considerable número de gente que vive en un estado de tiranía y de rebelión contra esa tiranía. Creo que está justificada si se han agotado todos los demás medios posibles. Ahora todo el mundo está apoyando una rodilla, pero cuando lo hizo el jugador de liga de fútbol americano Colin Kaepernick, le expulsaron. Cuando le acompañaron otros jugadores de fútbol americano, básicamente les dijeron que no podían hacerlo. A menos que creas sinceramente que escribirle una carta a tu congresista vaya a detener las muertes, a menos que alguien descubra un camino pacífico que todavía no ha sido identificado, en ese caso, ¿qué puedes hacer cuando vives en tu propio país y no puedes caminar sin tener miedo de que la policía te mate?

¿Sirve de algo? En términos de llamar la atención de la gente hacia el tema en cuestión, sí. ¿Estaríamos hablando de George Floyd si las calles no estuvieran ardiendo? No lo creo. Minneapolis ha desmantelado a su cuerpo de policía. ¿Habría sucedido eso si los incendios no se hubieran producido? ¿La liga de fútbol americano habría dicho que entiende por qué la gente apoya una rodilla? No lo creo. Históricamente, cuando se han producido disturbios, después se han producido cambios, y todo porque se ha desafiado al sistema. Sucedió así con las manifestaciones de los años 60, que comenzaron de manera pacífica y terminaron de forma violenta. De ahí salió la clase media negra de Estados Unidos, y de ahí salió Obama.

Pero por lo general, la gente que provoca los disturbios no es la gente que normalmente se beneficia de los cambios. Los cambios se producen para otros. Como en una especie de escala social. Los que se benefician son normalmente las clases medias, no los protagonistas de una rebelión importante. Y tampoco están ellos mismos equipados para solucionar el problema que plantean. Son polarizadores. Son a menudo hipermasculinos. Por ese motivo son sumamente problemáticos y no deberían ser objeto de fetichización. Aunque también es cierto que existe una especie de remilgo hacia la violencia política que niega cualquier otro tipo de violencia que hizo que esta fuera posible y probable, y que también ignora todos los demás intentos que se llevaron a cabo y que no fueron violentos.

Invocar a Martin Luther King es sencillamente no tener ni idea. King dijo: “No puedo condenar la violencia en este caso sin condenar el mayor suministrador de violencia del mundo hoy en día, que es mi gobierno”. Afirmó que entendía por qué la gente se sublevaba en Chicago. Dijo que: “No cumplí con ellos. Conseguí que tuvieran el derecho de comer en cualquier restaurante, pero no que pudieran permitirse lo que había en el menú”. Ese King apeló o apoyó el socialismo. Se preguntó: “¿Quién es dueño del hierro, del agua y del petróleo?”. Él mismo murió víctima de la violencia. Cualquiera que opine que se está traicionando el sueño de King no comprende todos los aspectos de lo que pretendía conseguir. En su discurso “Yo tengo un sueño” de 1963, habla de ir a Washington a canjear un cheque, que el cheque que estaba a nombre del pueblo estadounidense había sido rechazado, que no había fondos suficientes y por eso estaban allí para canjear ese cheque. Pues bien, ese cheque todavía sigue sin abonarse.

Muchas personas piensan que hay paralelismos entre los años 60 y el momento actual, aunque el legado de los años 60 es complicado. Se consiguieron muchas victorias con el movimiento de los derechos civiles, pero no solo Martin Luther King fue asesinado, sino que Nixon terminó llegando a la Casa Blanca con un discurso basado en la ley y el orden. ¿Usted aprecia paralelismos entre los años 60 y lo que está sucediendo en la actualidad? ¿Qué lecciones se pueden extraer de esa época? 

Yo no veo paralelismo alguno. En serio. Es decir, la gente está en la calle ahora y también lo estaba en los años 60. En ese sentido es lo mismo. Las protestas de los años 60 comenzaron como un movimiento de los derechos civiles para reclamar el voto, el derecho al voto en el sur. Luego evolucionó hacia problemas de derechos económicos, principalmente en el norte: Nueva York, Chicago y otros lugares. La mayoría de las barbaridades que vemos en la actualidad no están sucediendo en el sur. Usted ha hablado de Minneapolis. La situación racial ya no está regionalizada de esa manera. En los años 60 había movimientos, pero Black Lives Matter no es precisamente un movimiento, es un hashtag. No puedes ir a Chicago y acudir a la oficina de Black Lives Matter. No pretendo denigrar lo que hacen, ni mucho menos. Solo que se trata de un metabolismo diferente: no hay estructuras, no hay reuniones, no hay coherencia interna; es una especie de significante que está en el aire y que puede adjuntarse a cualquier tipo de protesta. La Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano y las Panteras Negras contaban con una base popular que ellos no tienen.

La revuelta o las manifestaciones han conseguido algunas victorias concretas, como por ejemplo el anuncio del desmantelamiento del cuerpo de policía de Minneapolis, pero también otras victorias simbólicas como derribar en diversos lugares de EE.UU. las estatuas de comerciantes de esclavos y de generales confederados. También han servido para fijar algunos objetivos muy ambiciosos, relacionados con la abolición de la policía, que se han topado con una oposición realmente violenta. No obstante, las encuestas parecen indicar que han captado la imaginación del público. El apoyo hacia Black Lives Matter está en aumento. ¿Qué le resulta esperanzador de todo este momento y qué reflexión le merece? 

Los tiempos así siempre conllevan considerables riesgos. Como usted ha señalado, los años 60 finalizaron con los derechos civiles, con el derecho al voto, pero también con Nixon. No deberíamos esperar que se produzca un conjunto de cambios radicales. La reacción de Trump fue congregar a la Guardia Nacional de forma inmediata, pero es incapaz de proporcionar equipamiento de protección personal o un servicio de localización y rastreo de casos de coronavirus. Las reacciones a las sublevaciones negras han sido bastante consistentes a lo largo de la historia. La novedad, en cierto modo, es la ausencia significativa de una reacción simbólica que sea negativa. Muchísimas personas que normalmente, en un momento polarizado como este, se inclinarían por la ley y el orden y cosas así, están afirmando: “Bueno, está claro por qué lo están haciendo”.

Así que el asunto de la policía y el racismo ha pasado ahora a un primer plano como nunca antes lo había hecho. Se está produciendo una conversación mucho más amplia de lo que se haya visto antes, y no solo sobre el policía o el momento, sino sobre el mantenimiento del orden policial, sobre cómo hacerlo, sobre quién lo hace y para quién se hace. Se ha abierto la puerta a una crítica significativa acerca de cómo se ejercen los poderes del Estado en la calle. Y por el momento ha conseguido polarizar a la gente de tal manera que los manifestantes no han quedado totalmente aislados. El apoyo, no necesariamente hacia las revueltas, sino hacia el sentimiento, ha sido generalizado. Así que eso es de gran utilidad.

Pero el temor es que este nivel de protestas no puede mantenerse indefinidamente. El candidato del partido demócrata es extremadamente débil, el presidente es muy racista y la política electoral no puede sostenerse en este momento. Eso crea un espacio para que aparezcan oportunistas de todo tipo. A lo largo de esta última década de descontento, la izquierda ha demostrado ser mucho más hábil creando espacios que rellenándolos. Y me temo que la debilidad de Trump podría ser solo temporal. Cuando se le ponga en un aprieto, Joe Biden no tendrá el tipo de respuestas que logran una verdadera repercusión, esas que realmente hacen creer a la gente que lo hará mejor. Eso podría provocar el cinismo entre la gente y generar una desafección, y ese sería el peor de todos los escenarios posibles.

Fuente: https://ctxt.es/es/20200601/Politica/32618/gary-younge-racismo-minneapolis-violencia-policial-disturbios-Luther-king-guzman-bastida.htm

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