[Opinión] Flores ecológicas para un funeral ambiental

Las flores son a un funeral lo que las declaraciones son a una cumbre climática: dan color y alegría, revindican el valor de la vida, pero no pueden negar la contundencia de la muerte. Los hechos están ahí, como para ratificar la fatalidad del tiempo. Y tiempo, justamente, es lo que está en juego a propósito de la catástrofe ambiental de la Tierra.

Glasgow solo confirma lo que muchos vienen advirtiendo desde hace medio siglo: se necesita algo más que paliativos para evitar el calentamiento global. Todos los fenómenos relacionados con el problema dependen estrictamente de una lógica productiva incontenible desde el capitalismo. El crecimiento, en cualesquiera de sus manifestaciones, superó hace tiempo la idílica línea del equilibrio. Llevamos décadas caminando en una espiral descendente hacia el infierno. Literalmente. Es decir, hacia un planeta invivible debido al exceso de calor (hay días en que la temperatura del suelo de Kuwait alcanza los 68 grados centígrados).

Para las grandes potencias y las gigantescas corporaciones transnacionales, las cumbres sobre cambio climático de Naciones Unidas se han convertido a lo más parecido a un confesionario. Luego del acto de contrición y de la correspondiente absolución oficial, están listas para pecar de nuevo… hasta la próxima penitencia. Lo único que les falta es comprar indulgencias para poder reincidir a perpetuidad.

El gobierno ecuatoriano decidió no quedarse atrás en esta competencia por las buenas intenciones. La creación de una nueva reserva marina en las Galápagos está a tono con la tendencia global a cumplir con las formalidades. Es decir, a obviar el fondo. Y no es que la decisión sea equivocada, inclusive si el propósito es cuidar un espacio natural para el turismo y la economía. El problema es que esas flores adornan, pero no impiden, el funeral ambiental del país. Únicamente amortiguan el dolor.

En efecto, mientras el gobierno promociona internacionalmente el cuidado de las Galápagos, no tiene el más mínimo empacho en ampliar otros santuarios naturales a la explotación minera y petrolera. Especialmente en los páramos y la Amazonía. A fin de cuentas, esas zonas no son joyas de la conservación ni del turismo mundial como las islas encantadas. Al menos, no han sido promocionadas como tales.

El tema es relevante porque nos permite entender el concepto de sistema político por encima de las particulares que refleja la noción de gobierno. Aunque Guillermo Lasso se ha cuidado de no repetir las groseras declaraciones antiecológicas de Rafael Correa (como aquella del mendigo sentado en un saco de oro), toma decisiones que reproducen exactamente la misma ecuación: el bienestar del país depende del crecimiento, el crecimiento depende de los ingresos del Estado, los ingresos del Estado dependen de la exportación de recursos naturales.

Así funciona el sistema capitalista. Por lo tanto, hay que meterle pala a todo lo que se pueda vender. Luego tapamos el hueco y le echamos unas flores.

 

Noviembre 23, 2021

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