¿Cuánto durará la mayoría legislativa pegada con babas que acaba de destituir a Guadalupe Llori? Pues lo que Virgilio Saquicela se demore en armar su argolla. En ese momento reventarán todos los apetitos insatisfechos y los amarres incumplidos.
Cada vez que un comodín ha llegado a la presidencia del Congreso o de la Asamblea Nacional, el caos ha sido inmanejable. Peor aún si el ungido representa un solo e íngrimo voto. Cada grupo o bloque que lo encaramó en el cargo se siente con derecho para exigir su parte e imponer su agenda.
No es casual que las principales fuerzas parlamentarias se hayan decantado por un personaje cuyo perfil se presta para una conducción camaleónica de la Asamblea Nacional. Virgilio Saquicela no solo ha transitado por innumerables tiendas políticas, sino que demostró una plasticidad extraordinaria a la hora de asegurar el acuerdo legislativo que sobrevivió hasta la semana pasada. Amarrando a diestra y siniestra consiguió ser elegido vicepresidente del organismo.
En estas condiciones, los desenlaces son vastos. Cualquier cosa puede suceder como resultado de un manejo impredecible y volátil de la Asamblea Nacional. Por ejemplo, que Virgilio Saquicela salde cuentas con su pasado y se reconcilie con CREO. Un hábil reparto de prebendas y cuotas de poder desde el gobierno facilitaría esta opción. Nada raro en nuestra atribulada política. Con eso, socialcristianos y correístas se quedarían con la bata alzada y con la venganza en la punta del puñal.
Otra posibilidad es que el flamante presidente de la Función Legislativa se vea obligado a agarrarse de algún buen tronco para evitar ser arrastrado por el vendaval de los juegos reales de poder. En ese caso, habría que ver si UNES o el PSC están dispuestos a adoptar a un asambleísta tan voluble.
Una tercera posibilidad es que los bloques que hoy tienen la sartén por el mango decidan deshacerse del personaje antes de que se acomode en el sillón. A fin de cuentas, son esos bloques los que han definido un itinerario más o menos claro en esta confrontación política. No pueden arriesgarse a las veleidades o dubitaciones de un tercero. Virgilio Saquicela ya les sirvió para activar el primer taco de dinamita de la demolición institucional.
Una probabilidad menos probable –como diría Cantinflas– es que la alianza socialcorreísta empuje a tal extremo el desbarajuste legislativo que obligue al presidente Lasso a optar por la muerte cruzada. Difícil alternativa si pensamos que el país entero estaría feliz de que todos, absolutamente todos, con Virgilio Saquicela a la cabeza, se vayan a su casa. Y nuestra clase política no está para actos de dignidad. Perder las canonjías no consta en su imaginario.
Be the first to comment